sábado, 11 de septiembre de 2010

La culpa es de todos por Jaime Leal

Tomado de ElNorte.com
Opinión Invitada
11 Sep. 10

Jaime Leal G.



Desde hace meses la sociedad regiomontana vive una psicosis colectiva que gracias a un egoísta estilo de vida y a una división social altamente polarizada ha venido a convertirse en una especie de profecía autocumplida, que parece que sigue contándose y a la vez cumpliéndose en una versión cada vez más y más trágica.

Como sociedad, hemos recorrido todas las fases del proceso de pérdida, desde la negación con aquellas declaraciones de políticos y empresarios que afirmaban con vehemencia "aquí no pasa nada" o bien "son hechos aislados", hasta la ira y el dolor que se hacen cada vez más evidentes entre los habitantes de una ciudad cada vez más ansiosa y temerosa de ser la próxima víctima de una delincuencia mejor organizada que nuestra Policía.

Si bien es cierto que todos sabemos que vivimos tiempos difíciles, también es cierto que la charla de café, las pláticas del trabajo, las redes sociales y el ya famoso "le pasó a un amigo de mi amigo" han venido a multiplicar el impacto psicológico de lo que enfrentamos, pues de alguna forma y al menos en nuestras fantasías negativas, todos hemos sido víctimas de la delincuencia, el mal gobierno y hasta del huracán "Alex", aunque no nos haya tocado ningún bloqueo y ni una sola gotera en nuestras casas.

Todos estamos psicológicamente ligados al duro momento que nuestro Estado enfrenta, sin embargo, también somos todos como sociedad responsables de cómo retroalimentamos a la misma para hacer frente a dicho problema.

La mayoría de nosotros sólo hablamos de tragedias y más tragedias, en su modalidad de secuestro, bloqueo, balacera o mal gobierno, y aunque demandamos soluciones, lo mejor que se nos ocurre proponer es que renuncie el Gobernador o el Alcalde o el Presidente, como si esto fuese a solucionar algo. Retroalimentación positiva, señores, eso es lo que requerimos: propuestas. ¡Cómo sí! en vez de ¡por qué no!

Desgraciadamente nos enfrascamos en contar lo que le pasó a "fulanito o manganito" inyectando más y más miedo que resulta en situaciones tristes como la ocurrida en la Carretera a Laredo, en que una familia presuntamente ignoró una orden de alto del Ejército y terminó baleada en su "huida".

Me atrevo a decir que los integrantes de esa familia no sólo murieron a manos del Ejército, sino que también murieron a manos de una sociedad inmadura que termina multiplicando una y otra vez las historias de terror que se ven en las noticias o, peor aún, que se escuchan en charlas de café, convirtiendo a todos en potenciales víctimas de una ansiedad generalizada que te hace huir en estampida al ver cualquier uniforme; una sociedad que cuenta una y otra vez -corregidas y aumentadas- historias de terror que ni siquiera se sabe si son ciertas, en un miedo que lleva al miedo y pánico que genera este tipo de tragedias.

Te invito, estimado lector, a que colabores para cambiar esta inercia. ¿Cómo? Evitando que la violencia e inseguridad sea el centro de mesa en tu comida, compartiendo también las cosas buenas que te han sucedido a ti y no sólo las malas que le pasaron a otras personas, tomando los mensajes de las redes sociales en su justa dimensión (son en su mayoría fuentes no oficiales de información) y sobre todo informándonos sólo por medios de comunicación serios.

Una buena forma de romper la inercia fatalista en tu familia es la de compartir algo bueno que te haya sucedido en la semana, algún proyecto que piensas llevar a cabo, o bien alguna fecha especial que se aproxima; pídele a tus familiares que te compartan sus buenas noticias y notarás cómo cambia el ambiente y el estado de ánimo. Comparte esperanza de cambio y no posibilidades trágicas.

Seamos responsables al no inyectar más miedo y, por consecuencia, frenar más tragedias.


El autor es psicólogo y coach de vida. jaime@leal.com.mx

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