Articulo de tomado de El Periodico de Guatemala: http://www.elperiodico.com.gt/es/20090823/pais/111183
Sus propuestas han transformado ciudades como Bogotá, Colombia, donde la tasa de homicidios era de 80 por cada 100 mil habitantes –en Guatemala, área metropolitana, es de 86– y la bajó a 22.
El colombiano Hugo Acero Velásquez, 48 años, explica con metáforas y estrategias cómo devolver la ciudad a sus habitantes. ¿Cómo?, fácil, dice: “Cada quien hace lo que le corresponde y me lo hace bien”.
“Sociólogo con experiencia en manejo y gestión de temas de convivencia, seguridad ciudadana y nacional, manejo de crisis y terrorismo”. Posee un currículum que promete arreglar ciudades peligrosas.
– (Ríe) Yo no prometo nada, ni a mi esposa.
Que hablen los resultados: en Bogotá redujo de 86 a 22 homicidios por cada 100 mil habitantes, ¿qué propuso allí?
– Lo primero fue reconocer que teníamos un problema, y uno muy grave. Si lo ponemos en términos de alguien con una enfermedad terminal, un cáncer, digamos, la primera reacción es negar la existencia de la enfermedad. La gente solía decir “aquí no pasa nada”, “hay países peores”, “esto siempre ha sido así”, “los periodistas exageran, hacen de un muerto un drama”.
Muchas disculpas para no hacer nada. Lo segundo fue voluntad política.
¿Quién convocó, quién mostró esa voluntad política?
– Fue una decisión del Alcalde quien convocó a todas las instituciones a trabajar en 1995, yo entonces era el Secretario de Seguridad de Bogotá. El Presidente es el responsable directo de la seguridad, pero la Constitución establece que los alcaldes y gobernadores, ambos elegidos popularmente, también. La Policía obedece las órdenes que ellos imparten.
Pero, además se publicaron decretos presidenciales para establecer los Concejos Municipales de Seguridad donde participan el Comandante de la Policía del municipio, el Ministerio Público, el Comandante del Ejército (se invita al jefe de la base militar del sector, recuerden que tenemos un conflicto armado), el Director de Inteligencia y Medicina Legal porque manejan cifras de muertes violentas (homicidios y accidentes de tránsito). También se invitó a sectores importantes como los gremios económicos, en el caso colombiano, al Presidente de la Cámara de Comercio.
¿Cómo aseguraron la asistencia en cada sesión?, suele ocurrir que después de la tercera el interés decae.
– Es una citación mensual obligatoria e indelegable. Se creó otra ley que estableció la asistencia obligatoria al Concejo; los alcaldes, por ejemplo, evalúan cada año al Comandante de la Policía y envían su reporte a la Presidencia de la República, a la dirección de la Policía y se adjunta a la hoja de vida de cada comandante. El Alcalde, incluso, puede motivar el cambio de comandante de la Policía.
¿Y ha ocurrido?
– Sí. En 1991 sólo 17 de cada 100 personas creían en la Policía, hoy 74 de cada 100 colombianos creen en la Policía. Tocó renovarla, más de 22 mil policías, de 97 mil, se fueron por problemas de corrupción.
Con todos esos instrumentos y liderados por el Alcalde, trabajamos. ¿Cómo se conforma una selección colombiana de fútbol?, con jugadores de equipos que se han enfrentado toda la vida, y esa fue la idea. En equipo vimos el problema: 86 homicidios por cada 100 mil habitantes, Bogotá tiene 2 mil 600 barrios, en 92 de estos ocurría el 75 por ciento de los hechos violentos.
¿Qué tipo de violencia?
– Allí se infringía todo el Código Penal: lesiones personales, homicidios, hurtos con armas de fuego, robo de carros, de motos, abuso sexual. Dividimos esos barrios en 18 zonas y nos dimos cuenta que el problema no es sólo de policías, jueces y cárcel, encontramos desorden urbano: niños sin escuelas, basura, espacios públicos deteriorados, sin parques y los pocos abandonados, por las noches las calles no estaban lo suficientemente iluminadas.
¿Tú crees que la Policía ilumina? No, como tampoco el sector justicia da educación ni arregla parques ni recoge la basura ni cierra terrenos donde violan a personas o consumen drogas. ¡Ah, no…! Aquí tenemos que intervenir integralmente el territorio y empezamos en dos áreas específicas, de un lado seguridad y justicia que hacía Inteligencia e Investigación Criminal para detectar bandas de criminales y la lógica del negocio criminal. Y por el otro la parte social donde invitamos al sector Educación, Salud, Recreación y Deportes, Cultura y Servicios públicos (agua, energía y teléfonos).
Les dijimos: “Cada institución desde la función que le corresponde sobre esos 18 sectores me hace un diagnóstico y me dice cuántas escuelas hay, en qué condiciones están, cuántos profesores hacen falta y qué van a hacer. Me dicen cuántos parques hay, cuántos van arreglar y cuántos van a construir. La gente de energía me dice cuál es la situación y cuándo le va a dar mantenimiento para que todo esté completamente iluminado. Los de limpieza cuándo dejarán libre de basura este territorio”. Así, cada quien hace lo que le corresponde.
¿Así nada más les nació la conciencia a todos?
– No es conciencia, es lo que tienen qué hacer. No le estaba pidiendo a la empresa eléctrica que me ayudara a socializar indigentes, le dije “ilumine, es su tarea”. Tampoco le pedí a la empresa de limpieza que se vuelva vigilante si no que recoja la basura. “Cada quien hace lo que le corresponde y me lo hace bien”.
Se puede tener la mejor estrategia y al mejor equipo, pero si no hay respuesta de la población no funciona. ¿Cómo respondieron?
– Soy de los que cree que primero hay que organizar la casa, yo como Estado no puedo ir a decirle a la gente que participe si no estoy organizado. Primero ordeno para luego hacer un ofrecimiento a la comunidad.
-Es decir, quitó la sensación de ausencia del Estado.
– ¿Sabes qué decían algunos alcaldes?, “es que hay ausencia del Estado”. ¡Señor alcalde, pero si usted es el representante del Estado! Después de ordenar, intervenimos inicialmente dos zonas.
¿Intervenir?
– Sí, intervenir, pero a la gente le decíamos “venimos a trabajar” en esos barrios controlados por los delincuentes. El grupo de seguridad y justicia hacía análisis sobre los grupos criminales que existían en el sector, determinaban “mire, en ese sector operan 4 bandas, una es la de El Morro, la conforman 17 individuos, la dirige alias El Mocho”. Grabamos este video, tenemos estas fotos, él roba en este sector, vende droga en esta casa”. Descubrimos la cadena entre lo que se robaban, a quién se lo entregaban, quién lo compraba y quién lo vendía; un trabajo de 6 meses.
Se llenaron expedientes y los jueces nos autorizaron para grabar.
Las intervenciones no eran indiscriminadas, con nosotros fue selectivo, al entrar sabíamos a qué delincuente detener, “yo vengo por usted, señor, los demás pueden seguir bailando. Y me lo llevo porque está robando y aquí están las fotos y el video que lo prueban”.
A veces nos desencantamos porque queremos resultados inmediatos, ¿cuánto tiempo les tomó a ustedes bajar el número de homicidios?
– Comenzó en 1995 y en 10 años logramos en Bogotá bajar de 86 a 22 homicidios por cada 100 mil habitantes. No fue fácil, tuvimos fracasos, amenazas. En una de las intervenciones a una casa de estas zonas nos advirtieron “si intervienen hay guerra”. Iba un juez porque era con orden judicial, no era que tumbáramos por tumbar, todo estuvo sustentado en términos de Estado. “Si entran los matan”, ¿qué haces tú?, ¡pare, pare, pare! No podíamos exponer a las 80 personas que estaban allí. No es fácil, pero en la mayoría de procesos tuvimos éxito porque todo estaba planeado, no era que recuperemos este sector y metemos 600 policías, detienen a 350 personas, los presentan a los medios y a los 2 meses sólo hay 2 detenidos. O ninguno.
En Colombia el Alcalde tiene incidencia sobre instituciones estatales, en Guatemala no tienen esa facultad.
– En Ecuador al igual que en Guatemala los alcaldes no tienen responsabilidad en ese tema y pudimos hacer cosas interesantes. Trabajé con alcaldes poseedores de un liderazgo espectacular, como Jaime Nebot, 80 por ciento de popularidad, en Guayaquil, o Paco Moncayo, 65 por ciento de popularidad en Quito. Cuando se tiene popularidad hay que gastarla, con ambos la estrategia fue desarrollar impacto. Jaime Nebot citó a los medios de comunicación: “Señores, los he invitado para transmitirle un mensaje a la ciudadanía, quiero decirle que yo no tengo responsabilidad en materia de seguridad, pero me preocupa como alcalde lo que le suceda a mis ciudadanos, me preocupa lo que está sucediendo en Guayaquil, no puede seguir tan insegura.
Por eso yo, Jaime Nebot, alcalde, ante los medios y la ciudadanía convoco a la Policía Nacional, a la Corte Suprema de Justicia, a los jueces, al Director de Presidios del departamento…”, bueno, convocó a todas las instituciones para que trabajaran en equipo por la seguridad.
No cabildeó, comprometió a todos públicamente.
– Impactó, y en ocho días se firmó un pacto. Cada mes se realizaba una reunión cerrada y luego una rueda de prensa, y cada uno salía a decir qué había hecho para mejorar la seguridad.
El común denominador de estas experiencias es que hay un líder, ¿tiene que ser el alcalde?
– El Presidente o los alcaldes, pero sin líder esto no funciona. En el caso de Bogotá en 1997 se formó “Bogotá cómo vamos”, que agrupa a todos los gremios (industria, comercio y turismo) junto al diario más importante, El Tiempo, y la Fundación Corona. Conformaron un equipo independiente de expertos en seguridad, yo los llamo grupos de presión, y ellos nos obligaban a presentar resultados públicamente cada seis meses, ellos nos evaluaron.
Es trillado, pero en Guatemala la guerra nos dejó sin líderes.
– En los años ochenta nos mataron jueces, fiscales, tuvimos el narcoterrorismo más fuerte, nadie salía a un centro comercial porque ponían bombas. ¿Cómo vamos a salir de esto? Nos mataron a tres candidatos presidenciales y hasta entonces la juventud se movió y promovió una reforma importante en la Constitución, una más democrática, el presidente Cesar Gaviria reformó la Policía en forma radical. Se dan procesos, no hay una fórmula para crear líderes, pero sin ellos es muy difícil hacerlo.
Lo escucho hablar y me viene a la mente el ex alcalde de Nueva York, Rudolf Giuliani, y su cruzada contra la delincuencia.
– (Ríe) Ya alguien me llamó El Giuliani de los pobres... ojalá llegara a ser alcalde y trabajara este tema. Hay diferencias con Giuliani y es que su estrategia fue más represiva y xenofóbica contra negros y latinos, así logró limpiar Nueva York. El modelo que nosotros seguimos es más integral, mucho desarrollo social, prevención. La formación de ambos es también distinta, Giuliani es abogado penalista, yo soy sociólogo.
¿Cómo un sociólogo termina asesorando alcaldes de ciudades peligrosas?
– A mediados de los ochenta aparecieron unos “violentólogos”, expertos en violencia, en 1995 publicaron el primer libro Colombia, vivencia y democracia. Muchos estudiantes en ese momento nos entusiasmamos y terminé haciendo estudios sobre colonización y violencia en zonas de paramilitares y guerrilla.
En los barrios más inseguros, más terribles, el 99 por ciento de la gente que los habita es gente buena, trabajadora, intimidada por grupos pequeños que se convierten en modelos para niños y niñas y se reproduce. Desde el punto de vista de un sociólogo lo que se necesita es una transformación cultural y no sólo “metamos a todos presos”.
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